En un país con más de cuatro millones de parados y en el que una gran parte de sus ciudadanos es mileurista, resulta difícil entender que aún se mantengan cuerpos y gremios con condiciones excepcionales amparados en la acción pública y en una legislación obsoleta que los ha mantenido al margen de la competencia . Por supuesto, ninguno quiere ceder las prebendas que ha disfrutado durante decenas de años. Es la España de los privilegios.
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