Han pasado sesenta años desde que en plena posguerra los primeros investigadores extranjeros aterrizaron en Granada para meter los dedos en un tabú. A Federico García Lorca lo habían fusilado el 19 de agosto de 1936 y aunque algunos sabían casi al detalle dónde estaba enterrado el poeta su muerte seguía siendo mitad misterio y mitad un secreto a voces.
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