La tortura, práctica común en un centenar de países, se lleva a cabo muchas veces bajo la mirada cómplice de un médico. En estos casos, los facultativos son los encargados de dictaminar si un prisionero está listo para el tormento, tratan de minimizar el tamaño de las cicatrices, controlan las constantes vitales de la víctima e, incluso, dan el visto bueno para intensificar la tortura.
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