Sorpresa y desconcierto -y la furia de los acreedores- provocaron unas monjas ortodoxas griegas que desaparecieron, dejando millonarias deudas detrás. Resulta que el grupo de religiosas fugadas había decidido complementar sus franciscanos ingresos con la confección de ropa tejida. Huyeron a la región central de Grecia, y ahora viven en clandestinidad. Sus votos de silencio se han convertido más bien en una forma práctica de evitar que la policía se entere de su escondrijo.
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