Expuestas en los más importantes museos estadounidenses, e incluso en el desierto de Catar, sus enormes y redondeadas obras de aspecto minimalista plantean una reflexión sobre el espacio y el medioambiente. Nacido en la ciudad de San Francisco, de madre de origen judía rusa y de padre español, Serra se formó en París para instalarse desde los años 1960 en un Nueva York en plena ebullición artística.
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El conjunto de obras del Guggenheim de Bilbao, por ejemplo, es el caso más claro. Recorrerlas desorienta y genera confusión por el tipo de relación que establece el cuerpo con los planos que dibujan, y están pensadas y concebidas precisamente para ello. Es algo presente en la obra de Serra desde que empezó a explorar la antiforma, y los desequilibrios.
Además, se inspiran en determinadas formas arquitectónicas de las cúpulas barrocas, y por lo tanto, por un lado se entroncan con la historia del arte y por el otro ponen en cuestión las divisiones entre artes, porque son tanto escultura como arquitectura.
Dichi lo cual, Serra no es precisamente santo de mi devoción. Se presentaba a sí mismo como un genio en el peor sentido de la palabra, y se negaba a reconocer las deudas artísticas que tenía con otros creadores. Entre ellos, quien fuera su mujer, Nancy Graves, que falleció hace décadas de un cáncer, y que merece mucho más crédito del que ha recibido.
Pero eso no quita que las obras de Serra tengan mérito, y sean interesantes. Lo cual me lleva a algo que digo a menudo. Me sigue sorprendiendo que hacer gala o enorgullecerse de la ignorancia en temas como este sea algo habitual. Que se habla mucho de quienes dicen "no sé, soy de letras", pero es casi peor lo de los "ni sé ni me importa porque no hay nada que saber"... Y los temas en cuestión suelen ser de arte y cultura, con frecuencia actuales.