Hay dos formas básicas de impulsar una nave, que podemos visualizar imaginando una barca a flote en un plácido lago un día de verano. Tenemos dos soluciones para movernos conocidas por todos. Una de ellas es ejercer una fuerza contra el agua, a sabiendas de que el principio de acción y reacción —una ley de justicia universal que garantiza que donde las dan las toman— asegura que el agua va a devolvernos una fuerza igual y de signo contrario. Eso es lo que ocurre cuando remamos.
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