Puede que sea un tipo algo rarito pero he de confesar que estas reuniones entre el Gobierno y directivos de las mayores empresas de este país me parecen no sólo un ejercicio fútil de vanidad colectiva sino una pérdida absoluta y miserable de tiempo. Ni ayudan a la imagen de España en el exterior, donde se entiende mal esta connivencia entre sector público y privado, ni marcan una agenda que permita augurar un cambio de ritmo en la política económica o social nacional.
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