Los hombres carecían de contrato laboral, no habían cobrado ninguna cantidad, trabajaban unas 12 horas al día y sólo descansaban el domingo, pero estaban tan agotados que tampoco salían del edificio. "Hemos trabajado un mes para nada. Ahora, ¿qué vamos a hacer? ¿a dónde vamos a ir?", se preguntaban con voz lacónica Marian Laurentiu, de 20 años.
|
etiquetas: tajo , obreros , precariedad , sinistralidad , laboral