¿No les pareció preciosa la entrada de Silvia Abascal en el teatro madrileño? ¿No vieron la más pura y bella ilusión en la mirada cristalina de la actriz? ¿No sintieron un placer sobrehumano cuando escucharon las sinceras palabras, entrecortadas por un aliento emocionado, que brotaron de sus lágrimas? ¿No vieron plenitud en esas tres palabras: “Qué alegría ESTAR”?
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