Sordomudo, analfabeto y subversivo

Este relato es medio plagio, así que no lo apuntéis a mi cuenta. Digo medio plagio porque la historia la he leído en dos libros diferentes, de dos épocas distintas, y sin embargo la voy a contar con mis palabras. ¿Es eso un plagio? ¿Son Ana Karenina, Madame Bovary y la Regenta la misma historia? En el fondo sí, dirán muchos de los que han leído las tres obras maestras. De ninguna manera, afirmarán los más sensatos, aunque quizás no las hayan leído.

Esta es la historia, pues, de un carpintero condenado a quince años, en la URSS, por propaganda subversiva, en 1948. Hasta ahí, no hay nada raro: mucha gente recibió condenas de este tipo, porque alguien tenía que explotar los recursos de Siberia y la gente no quería ir voluntariamente. Si no puedes crear voluntarios, crea culpables. Si no puedes cobrar impuestos, pon multas. Todo en orden, como en cualquier época y en cualquier parte.

Se llamaba Vasili y era un tipo pequeñajo y con cara de ratón asustadizo. Pero allí estaba y sus compañeros no podían entender qué había sucedido. ¿Propaganda subversiva? ¿Cómo era posible tal cosa, si Vasili era sordomudo y analfabeto? Uno de ellos, que había llegado a cierto grado de confianza con los guardias, consiguió preguntar sobre ellos al jefe del campo y sólo obtuvo una respuesta difusa: "la causa de la condena fue esa, como dicen. Pero no tengo acceso a nada más y no voy a preguntar".

A partir de ahí, llegó la proeza. Cuando el diablo no tiene otra cosa que hacer, afina el ingenio de los desgraciados. Y allí, en aquella brigada de leñadores, había muchos desgraciados.

Tres años tardaron en enseñar a leer a Vasili. Para lograrlo, siguieron el método Duden, que reinventaron sobre la marcha sin haber oído hablar jamás del pedagogo alemán: dibujar todas y cada una de las palabras, junto a su grafía, para que el carpintero las aprendiese. El proceso fue largo, e imperfecto, pero lo lograron al final.

Así supieron que Vasili era carpintero. Que había estudiado en una escuela profesional, cuando ya tenía cierta edad, y que de ese modo había aprendido el oficio.

Así supieron que le habían mandado cambiar el suelo de un gimnasio en un instituto de bachillerato cerca de Kazan, y que después de retirar todos los instrumentos de gimnasia, y como hacía calor, busco un lugar donde colgar su bata, su lapicero, su boina y su bufanda. Y que al no encontrar otro sitio, se los puso con todo cuidado a la estatua de Lenin. Y que justo en ese momento entraron 50 estudiantes con su profesor, y que, aun siendo sordo, el carpintero se dio cuenta de que las risas hacían vibrar el suelo.

Luego llegó la detención, el proceso, y el viaje a Siberia, condenado por propaganda antisoviética, a pesar de ser analfabeto y sordomudo.

Y cuando sus compañeros desvelaron el misterio, volvieron a reírse hasta hacer vibrar el suelo del barracón.

Manada de cabrones.

¡Qué le vamos a hacer!