Fue una transacción. La derecha cedió una cuota de poder a cambio de que no se pasara factura a ninguno de los suyos. Al final todos acabamos fastidiados, porque hay vicios que los sufrimos ahora. El primero es el Estado de las autonomías, que no se puede soportar y tarde o temprano habrá que suprimirlo. No podemos aguantar esa clase parasitaria que hemos creado. La segunda metedura de pata es la ley política, que prima a los dos primeros partidos y beneficia a los regionalistas.
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