¿De verdad no se dan cuenta las grandes compañías discográficas de hasta qué punto han logrado cabrear a sus mejores clientes potenciales durante la última década? Parece que no, porque ahora pretenden que esos mismos jóvenes a los que han tratado como criminales por años se conviertan en colaboradores/agentes suyos en MySpace y otras redes sociales, promocionando sus productos e invitando a sus amigos a comprar música desde sus páginas personales, convertidas así en pequeñas tiendas virtuales. Hay que tener mucha cara. Artículo en inglés.
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