Este artículo fue enviado al diario El País con el ruego de que lo publicaran en desagravio a la ofensa, que a mi me parecía gravísima, de equiparar a un torturador con un gran poeta como Foix a la hora de dar noticia de la muerte de ambos. El País, como es natural, ni tan siquiera se dignó contestar la carta. Ahora, pasados casi veinte años, considero importante –por aquello de la memoria histórica- insistir en dejar las cosas en su sitio.
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