Las verdades éticas, aquellas de validez universal que se presentan como modelo de cómo nos gustarían que fuesen las cosas, tienen preferencia sobre las de carácter religioso. Así lo afirmó ayer por la tarde en Santiago el filósofo José Antonio Marina, que en su última obra, Por qué soy cristiano, defiende la protección de las religiones en el ámbito privado siempre que no se antepongan a las normas éticas fundamentales.
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