No es una fábula. Ni un cuento con final feliz. El hecho, aunque parezca inverosímil, es verídico, y fue protagonizado por dos hombres que llevan en sus genes uno de los vicios más arraigados dentro del pueblo vasco: apostar. Tanto Patxi como Xabier son asiduos a los festivales de pelota. Van de la ceca a la meca, con el ánimo de jugarse unos miles de euros. Van a lo suyo, a jugar. Sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. «¡mil colorao!» o «¡mil azul!». No va más.
|
etiquetas: apuestas , ludopatía , bilbao