De almacenes, normativas y armonizaciones territoriales

Si usted viaja desde Madrid hacia el sur por la nacional A-4, la aquí conocida como “Carretera de Andalucía”, verá que a poco de dejar la capital, a derecha e izquierda de la autopista comenzarán a aparecérsele enormes naves industriales y almacenes. Lo mismo si viaja por la A-42, la "Carretera de Toledo". Si parte hacia el norte por la A-2, la “Carretera de Barcelona”, no muy lejos de dejar atrás la histórica Alcalá de Henares encontrará similares estructuras. En ambos casos un aumento del número de camiones en la carretera le acompañará durante unos cuántos Km. Sepa usted que la gran mayoría de estas plataformas logísticas ya no se encuentran en la CCAA de Madrid, sino alrededor de localidades manchegas, en especial Seseña e Illescas (Toledo), o Azuqueca de Henares (Guadalajara).

En realidad no ocurre nada extraño: estará pasando nuestro viajero por los polos logísticos que dan servicio a Madrid. En estas localidades, limítrofes a la virtual frontera que divide Madrid y Castilla La Mancha, han dado los operadores logísticos y los grandes cargadores en levantar los almacenes de distribución, como bien claro nos lo quieren dejar esos enormes letreros que, logo mediante, podremos leer desde la carretera. Situarse en lo que es aún el centro geográfico de la península, con posibilidad de servicio en menos de 24 horas a cualquier punto de esta, es una razón material de peso para situar aquí almacenes.

Es posible que, en ese diálogo interior que nos acompaña a ratos siempre en el viaje, uno se pregunte por qué estos polos logísticos se encuentran fuera de Madrid, si buena parte de la demanda estará en tal comunidad. No tardará mucho en acertar alguna respuesta: el precio del terreno y de la mano de obra ya son notablemente más bajos pasada esa frontera virtual que separa ambas comunidades. Y por supuesto, estas pequeñas localidades en población, pero grandes en terreno, junto con la acción de las administraciones provinciales y autonómicas, ofrecen a estas empresas sabrosas facilidades para levantar allí sus almacenes, de forma que resultará muy atractiva la inversión para operadores logísticos y la Gran Distribución.

Pero lo que posiblemente nuestro viajero no alcance a inferir es otra razón que resulta crítica en esto: la regulación de seguridad en una y otra CCAA en lo referente a la alturas máximas para naves logísticas. Pues resulta que la normativa de Castilla la Mancha permite, en la práctica, poder colocar una altura más a los racks de almacenaje, esas enormes estructuras metálicas que soportan las mercancías. Y como el lector ya intuirá, el aprovechamiento del metro cuadrado en esto del almacenaje es algo crítico para el negocio: a más alto el rack, más Mcía. podremos almacenar, y más rentable podrá ser la inversión.

Con esto de las diferentes normativas de seguridad se pregunta uno si la gravedad y su efecto sobre las estructuras cambia al pasar una frontera administrativa, véase para este caso la que media entre Madrid y Castilla La Mancha. Yo les aseguro que no me noto más ligero en Seseña que en el barrio de Chamberí... tal vez haya una falla tectónica propia en Madrid, culpable de posibles terremotos, que acabe en la frontera de Castilla La Mancha, y que justifique una menor altura en un sitio que en otro, que uno no es experto geología.

O quién sabe, tal vez esto de diferentes normativas de seguridad para mismas realidades objetivas sea una muestra del tan maravilloso en todo, en todo, para algunos “autonomismo”, esa forma de administración territorial que permite, entre otras cosas, competir a la baja en seguridad, de forma que un trabajador del almacén en Castilla la Mancha se encuentre más expuesto que uno de Madrid a los evidentes peligros de mover cientos de veces al día toneladas de producto en altura. O, visto al contrario, esa forma de administración que permite al trabajador madrileño ganar en seguridad frente a uno de Castilla la Mancha. Claro que mejor no hablar de estas cosas. Que esto de sacar el asunto ese de armonizar ciertas normativas a nivel nacional (armonizar, bonita palabra para no decir centralizar) solo lo piden por lo visto los malvados cavernarios imperialistas. Autonomía como objetivo, y no como medio, eso es lo que mola...

Ya otro día, si me encuentro con ganas, les escribo de ideas tan locas como eso de armonizar fiscalidades (esas que permiten a ciertas CCAA competir a la baja con el resto) o lo de dejar que sean las CCAA y los ayuntamientos quienes, en función a los respectivos intereses de clase del partido gobernante, decidan la aplicación o no de legislaciones nacionales de vivienda, gracias a esas famosas “competencias transferidas”.