La Guerra Civil de los Estados Unidos II: El nacimiento de una nación

La Guerra Civil de los Estados Unidos II: El nacimiento de una nación

Introducción

Ya hemos comentado cómo fue el tortuoso camino que llevó al día 12 de abril de 1861, en el que el recién creado Gobierno Confederado ordenó abrir fuego contra Fort Sumter, dando así comienzo a la guerra de secesión. Tradicionalmente se ha utilizado la esclavitud como causa de esta guerra. Pero la realidad es que los motivos reales del conflicto hunden sus raíces en otro sitio. Norte y sur tenían dos ritmos completamente distintos de desarrollo económico, esto les llevaba a plantearse dos necesidades distintas: mientras el norte buscaba proteccionismo para su industria, menos competitiva que la inglesa, y garantizar una expansión del modelo norteño al oeste (tierra libre, trabajo libre, hombres libres), el sur de E.E.U.U. pretendía todo lo opuesto. Su modelo de plantaciones algodoneras requería de mano de obra esclava, y eran defensores del libre mercado (1). Asimismo, norte y sur también se diferenciaban en la concepción de la Unión; mientras el norte consideraba a la misma como indisoluble (una idea muy propia del nacionalismo), el sur la veía como una coalición de estados que podía disolverse cuando los intereses individuales de estos lo requiriese. La abolición de la esclavitud es más una consecuencia del conflicto que una causa. 

Con todo, se podría todavía argumentar que la esclavitud era el gran problema central, dado que, especialmente para el sur, estaba en el foco de todos sus movimientos políticos y, en el norte, se había convertido también en un arma arrojadiza que les permitía situarse en una posición moralmente superior. Durante la guerra, como veremos a continuación, se dio un cierto fervor abolicionista en las élites del norte, pero entonces, tras el conflicto, llegó la reconstrucción y es en ese momento dónde realmente vemos hasta dónde llegaba, mayoritariamente, el interés del norte por la situación de los afroamericanos. Quisiera destacar, antes de entrar en materia, que este conflicto significa algo más que la abolición de la esclavitud, hecho importante aunque no se tradujera en medidas de igualdad reales. Si la Guerra de Independencia supuso la separación de las colonias de Gran Bretaña, la Guerra de Secesión supondrá el nacimiento de la nación estadounidense propiamente dicha.  

La secesión 

En noviembre de 1860, con una participación del 81% del electorado (que no de la población, que es distinto), Lincoln obtuvo el 40% de los votos que, bien colocados en diferentes estados del norte, le proporcionaron una mayoría de 180 a 123 en el colegio electoral, siendo nombrado presidente. Ya antes de las elecciones pintaba mal la cosa para el sur: los republicanos eran los favoritos para ganar, y eligieron a Lincoln como candidato por su moderación, opuesto a la esclavitud pero no partidario de su abolición, abstemio pero opuesto a la prohibición del alcohol, etc. Su gran promesa era un ferrocarril transcontinental hacia el norte del Pacífico, la concesión de 100 acres de tierra a los colonos que se dirigieran al oeste y la oposición a la extensión de la esclavitud. Importante: se oponía a que los nuevos estados fueran esclavistas, no planteaba prohibir la institución allí dónde ya existía.

En el sur, el sentimiento era de pérdida de poder. Hasta ese momento habían mantenido un cierto control, gracias a su sobrerrepresentación, sobre la Unión, y esta victoria electoral la interpretaban como la culminación de una serie de agresiones por parte del norte durante las décadas previas. Antes de las elecciones, el gobierno de Carolina del Sur había amenazada con la secesión si un republicano negro (así llamaban a los que se oponían a la extensión de la esclavitud) como Lincoln ganaba. El mismo estado, en 1832 había amenazado con la secesión en contra de la anulación de un arancel, pero nadie les siguió. En 1850 también, en contra del compromiso de 1850, precisamente. Tampoco nadie les siguió. Esta vez, sería diferente. 

Así pues, unas semanas más tarde, y citando a Thomas Jefferson y alegando que defendía sus derechos como estado frente a la agresión constante del norte, se separaron. El 20 de diciembre de 1860, con un solo voto en contra, Carolina del Sur ratificó el decreto que cortaba los lazos con la Unión. El 9 de enero de 1861 lo hacía Misisipi, el 10 Florida, el 11 Alabama. En Febrero, el día 1, los siete estados del sur profundo (desde Carolina del Sur hasta la frontera con Texas), se habían declarado independientes. El 8 de febrero se reunieron en Montgomery, Alabama, constituyeron un gobierno provisional, aprobaron una nueva Constitución que protegía, explícitamente, la esclavitud y salvaguardaba los derechos de los estados. Eligieron a Jefferson Davis como primer presidente, quién se había formado en West Point y había destacado como militar en la Guerra de México. Por su parte, en el alto sur, es decir, Carolina del Norte, Tennessee, Missouri, Arkansas y Virginia, la decisión se postergó: no parecían partidarios de la inmediata secesión. Existían aún simpatías por la Unión en muchos de estos estados. En Maryland ni siquiera se convocaron elecciones a una Convención y en Delaware la Legislatura votó en contra de la secesión. 

Y mientras tanto, el gobierno federal no hizo nada. La administración de Buchanan estaba encantada de no comerse el marrón, y los republicanos aún no habían decidido qué hacer. Decíamos que Lincoln fue elegido por su moderación, y eso intentó. No quiso tomar una posición excesivamente confrontativa, pero tampoco renunciar a sus promesas y ceder ante el sur. Intentó asegurar al sur que no tenía intención de inmiscuirse indirecta o directamente en la esclavitud con el fin de evitar la violencia pero dejó claro que defendería la Unión. 

En marzo de 1861 varios representantes confederados llegaron a Washington con el fin de negociar la evacuación de los fuertes e instalaciones federales. El gobierno de la Unión lo rechazó. A principios de abril, las provisiones de Fort Sumter, en Charleston, Carolina del Sur, escaseaban. Para la Confederación, Fort Sumter era un enclave con tropas extranjeras en su territorio, y no podía tolerarlo. Lincoln debía decidir qué hacer: si evacuaba el fuerte supondría reconocer a la Confederación, si lo reforzaba supondría una provocación. Decidió, nuevamente, el camino intermedio: enviar abastecimientos para mantener la guarnición y avisar al gobernador de Carolina del Sur. A las 4:30 de la madrugada del 12 de abril de 1861, las baterías de Charleston iniciaron el bombardeo de Fort Sumter. El 13 de abril, es decir, un día después de iniciado el asedio, el mayor Robert Anderson rindió la posición. El día 15, Lincoln llamó a filas. La guerra de secesión acababa de comenzar.

Los ocho estados del alto sur tuvieron que tomar partido, eran decisivos, pues suponían la mitad de la población del sur, dos tercios de la población blanca, tres cuartos de la capacidad industrial y tres quintas partes del ganado y cosechas. Su peso era muy significativo para la Confederación. Virginia se unió a los confederados, y ofreció Richmond como capital. Era el único estado capaz de producir artillería pesada y, además, aportó al mejor oficial del ejército de aquél momento, el general Robert E. Lee. Por cierto, Lee era contrario a la esclavitud pero en sus propias palabras “no podía levantar mi mano contra mi lugar de nacimiento, mi casa y mis hijos”, razón que le llevó a rechazar la oferta de dirigir las tropas de la Unión. El posicionamiento de Virginia arrastró a Arkansas, Carolina del Norte y Tennessee, que en mayo y junio de 1861 se unieron con gran entusiasmo popular a la Confederación. 

Sin embargo, los condados con pocos esclavos como West Virginia, East Tennessee, West y North Carolina y North Arkansas se opusieron. West Virginia, de hecho, logró integrarse como Estado por derecho propio en la Unión. East Tennessee no llegó a secesionarse, pero aportó nada menos que 30.000 hombres blancos al ejército de la Unión. Delaware, Maryland, Missouri y Kentucky, cuya proporción de esclavos era menor, mantuvieron su lealtad a la Unión, a costa de muchas divisiones internas. Pero es lógico que se posicionaran con el norte. Maryland, por ejemplo, dependía económicamente de los estados nordistas. En Delaware no hubo divisiones internas. Allí, salvo por un 2% de población esclava, podríamos hablar de un estado prácticamente nordista. En Missouri hubo una guerra civil entre partidarios de una Kansas libre y los de una Kansas esclavista (Kansas era el territorio vecino, recién adquirido), y en Kentucky, estado natal de Lincoln y de Davis, el conflicto fue mucho más fratricida que en ningún otro estado. La división del alto sur en los dos bandos caracterizó la guerra. Si como bloque hubieran escogido el norte, o el sur, todo habría sido distinto. Pero al dividirse, otorgaron al sur capacidad bélica pero, a su vez, una ventaja muy decisiva al norte. 

Se ha considerado muchas veces que fue la Primera Guerra Moderna, supongo por el uso del telégrafo, de las primeras armas de repetición, etc. Pero la verdad, hay quien dice que fue la Guerra de Crimea, o la Primera Guerra Mundial, que introdujo aún más armamento. Pero hay tantísimas guerras, desde la antigüedad de hecho, que han implicado innovación que yo, personalmente, considero que se trata de una guerra propia de su época. Es cierto que está a medio camino entre la guerra de grandes ejércitos luchando en batallones de línea y la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial. Pero es la evolución lógica, consecuencia del progreso constante del armamento cada vez más mortífero. Es como ahora, la introducción de los drones está cambiando el paradigma del combate. 

Los ejércitos

Desde un inicio, se planteó como una guerra corta con las perspectivas militares del XIX. Desde la batalla de Bull Run, en junio de 1861 hasta 1862, el conflicto fue evolucionando y en 1862 ya adopta los tintes de una guerra total. Hay quien considera que es precursora de las guerras totales. Pero de nuevo, yo discrepo. Las Guerras de Religión, por poner un ejemplo, ya fueron guerras totales. Una guerra total es un concepto acuñado en el siglo XX, y define un conflicto en el que ambos bandos llevan al límite todos sus recursos disponibles: humanos, militares, industriales, agrícolas, etc. con el fin de destruir totalmente la capacidad del rival. Las Guerras Púnicas, especialmente la segunda, son un buen ejemplo de ello. 

Lo que sí es cierto es que esta guerra fue suficientemente novedosa como para que la experiencia de la Guerra de México no les sirviera de nada a ninguno de los dos bandos, pues no estaban realmente preparados para lo que se les venía encima. Para que se entienda, a comienzos de 1861 el ejército de Estados Unidos era pequeño, 16.000 hombres, con fusiles viejos de chispa. El general jefe, Winfield Scott, tenía setenta y cuatro años, sufría hidropesía y vértigo y se dormía en las reuniones. Carecían de estado mayor, de planes estratégicos y de programas de movilizaciones y sólo dos oficiales, mayores de setenta, con experiencia dirigiendo batallones en combate. 

Los confederados reclutaron 100.000 voluntarios durante 12 meses (el alistamiento tenía una duración preestablecida), que se unieron a las milicias formando unidades conjuntas. Escogieron el gris cadete para el uniforme, pero los regimientos proporcionaban sus uniformes, sus caballos, e incluso, algunos, sus propias armas y esclavos para cocinar y lavar. A veces, los hombres ricos pagaban uniformes y equipo. Tras la caída de Fort Sumter, se enrolaron 60.000 hombres más. Desde el principio tuvieron problemas logísticos y de escasez, debido a la baja capacidad industrial y al rápido deterioro que sufrieron las líneas férreas. No podían reemplazar lo destruído. Tiendas, mantas, uniformes, zapatos, carros… incluso la comida: siempre escaseó. En 1861 reclutaron 400.000 hombres y tuvieron que rechazar 200.000 por falta de equipo. 

Por su parte, la Unión contó con el poder naval, que se mantuvo mayoritariamente en el norte, aunque ⅓  de los oficiales se unieron a la Confederación. En cuanto a su ejército de tierra, el norte contaba con 2,5 veces más hombres blancos en edad militar disponibles. En abril de 1861 Lincoln reclutó 75.000 hombres. Al ver que la cosa se alargaba, reclutaron 42.000 más y 18.000 marineros. En julio de 1861 ya autorizaron 1.000.000 más por tres años (ya habían aceptado que la cosa iba para largo). A principios de 1862 ya se habían unido 700.000 hombres, cerca de 90.000 que se habían enrolado por 3 meses se reengancharon por 3 años. La financiación se hizo a través de asociaciones voluntarias y, también, por hombres ricos, lo que le dio al ejército del norte también una fisonomía variopinta de uniformes. Pero a finales de 1861, el departamento de guerra tomó la responsabilidad directa de alimentar, vestir (con su uniforme azulado) y armar a los soldados de la unión, para lo cuál tuvieron que combatir la corrupción.

Tanto en norte como en sur, los regimientos tenían una identidad muy propia al mantener una relación muy estrecha con sus propios estados y estar reclutados, mayoritariamente, en una misma ciudad, pueblo o condado (o por afinidad étnica). Esto les daba ánimos y subía la moral, pero cuando un regimiento era diezmado provocaba desgracias masivas en familias, barrios o pueblos enteros. Ambos ejércitos estaban muy politizados, la diferencia radicaba en que en el norte predominaban objetivos ideológicos abstractos mientras que en el sur se trataba de patriotismo y defensa de la familia. Sin embargo, ambos alegaban luchar por la libertad. Aunque en el norte se luchaba por la Unión, se extendió, durante la guerra, la idea de que no podría terminar el conflicto hasta que la esclavitud no fuera abolida. Como en la Guerra de Independencia (y en otros muchos conflictos), el ejército fue un motor de politización social. 

La guerra

En 1861 ambos bandos creían que sería un conflicto corto y sus objetivos eran limitados. Jefferson Davis dijo, tras la captura de Fort Sumter:

“No buscamos la conquista, ni el engrandecimiento. Todo lo que pedimos es que nos dejen solos”. 

Pero la batalla de Bull Run, el 21 de julio de 1861, acabó con esas perspectivas. Ante la atenta mirada de cientos de civiles que fueron de picnic desde Washington (a 35-40km del campo de batalla), se libró un enfrentamiento con el que ambos bandos esperaban terminar la guerra. Dos ejércitos inexpertos liderados por dos ex compañeros de West Point (Irwin McDowell, de la Unión, y Pierre Gustave Beauegard, confederado), intentaron la misma estrategia: rodear y atacar por el flanco izquierdo. Los unionistas casi se imponen, pero los refuerzos confederados lograron hacerlos retroceder. 

Como el sur no podía permitirse una guerra larga, intentó provocar varias derrotas significativas para obligar a Lincoln a desistir y para lograr el apoyo de Francia e Inglaterra. Su estrategia sólo podía ser defensiva. Por contra el norte adoptó la estrategia ofensiva, aunque al principio, limitada: defender Washington, bloquear navalmente el sur e invadirlo por las vías fluviales con el fin de dividirlo. Los generales norteños no eran suficientemente agresivos y no buscaban la destrucción total del enemigo, además pretendían esperar a que las fuerzas del norte estuvieran completamente listas. Tras Bull Run, algunos generales menos brillantes (en ese momento), sacaron lecciones distintas que las de los principales oficiales y elaboraron una estrategia distinta. Ulysses S. Grant sacó dos ideas: la primera: como ambos ejércitos eran inexpertos, no era necesario esperar a que el de la Unión estuviera listo, debían atacar ya; la segunda, no valía con derrotar al enemigo, había que destruirlo. 

El primer destino de Ulysses S. Grant, que fue dónde se formó junto a Philip H. Sheridan y John Sherman, todos bajo el mando de John C. Frémont, fue Missouri. En la frontera del estado las lealtades estaban divididas: había una guerra civil interna agravada por el conflicto de Kansas, arrastrado desde 1854. La zona estaba plagada de guerrillas confederadas lideradas por jefes sanguinarios como William Clarke Quengtril o Bloody Bill Anderson. Frémont empezó una guerra total: estado marcial, pena de muerte a los guerrilleros, emancipación de esclavos y confiscación de propiedades a los confederados (ambas medidas revocadas por Lincoln). No se hacían prisioneros. 

Hasta 1862 aún se creía en una victoria rápida de la Unión, dados los grandes avances del Norte. Grant penetró por el oeste, cayeron Nashville, New Orleans y Memphis y se había expulsado a los confederados de Missouri, Kentucky y Virginia Occidental. Pero en Shiloh, Grant ganó gracias a los refuerzos de Sherman, a un costo de 25.000 bajas, lo que supuso su retirada del mando, siendo Henry Haleck su sustituto. Éste no aprovechó la victoria para penetrar en el sur y ganar la guerra. La misma cautela se impuso en el este, George MacClellan, jefe de todos los ejércitos, esperó nueve meses preparando un ejército bien pertrechado para avanzar. En 1862 se plantó ante Richmond y la sitió con su ejército de Potomac. Pero Robert Lee, jefe de los ejércitos del norte de Virginia, contraatacó: rompió el cerco y avanzó hasta Maryland. Quería alcanzar una victoria sonada en territorio enemigo para obtener reconocimiento internacional, pero le frenaron en Antietam. La Unión tampoco aprovechó esa victoria. Sin embargo, Lee había logrado frenar los avances en este y oeste a finales de 1862. 

El fin de la esclavitud

La moral de la Unión era baja, y los demócratas del norte pedían una paz negociada. Pero los radicales, como Grant, decían que había que conquistar el sur por completo. Para empeorar las cosas, los abolicionistas intensificaron sus campañas en 1861 y 1862. Cabe destacar que, el racismo, en el Norte, estaba igualmente enraizado. Por ejemplo, en Nueva York, era necesario que un afroamericano tuviera propiedades por valor de doscientos cincuenta dólares para votar, mientras que un blanco no lo necesitaba. Wendell Phillips, un abogado abolicionista y proindígena de Boston muy crítico con Lincoln reconoció, y cito: 

“Si bien no es abolicionista y apenas antiesclavista, el señor Lincoln acepta representar el ideal antiesclavista. Al igual que un peón, su fuerza reside en la posición que ocupe en el ajedrez [...].”

Los abolicionistas lograron que el Congreso aprobase la Ley de Confiscación, permitiendo liberar a los esclavos de los enemigos de la Unión, aunque generalmente no se aplicó y Lincoln no hizo mucho caso. En un intercambio de cartas con Horace Greeley, director del New York Tribune, en Agosto de 1862, Lincoln dijo: 

“Mi objetivo primordial en esta lucha es salvar la Unión [...]. Si pudiera salvar la Unión sin liberar a ningún esclavo, lo haría, y si pudiera salvarla liberando a alguno y dejando a otros como están, también lo haría.”

Las críticas de los abolicionistas al gobierno amenazaban con desarticular la coalición que mantenía a Lincoln en el poder. Esto le forzó a cambiar su postura y comenzar a condenar la esclavitud. En septiembre de 1862 hizo pública la versión preliminar de la Proclamación de Emancipación, ofreciendo al sur cuatro meses para rendirse, de lo contrario, la aprobaría. El 1 de enero de 1863 se publicó. Declaraba libres a los esclavos de las zonas que seguían combatiendo contra la Unión, pero no hablaba de los de aquellos territorios que eran leales a la Unión. El historiador Richard Hofstadter definió la Proclamación de esta forma: “contaba con toda la grandeza moral de un contrato de transporte”. La revista británica The Spectator dijo: “el principio no es que un humano no pueda ser propiedad de otro, sino que este no puede poseerlo a menos que declare su lealtad a Estados Unidos”

El fin real de la esclavitud vendría un poco más tarde, aun en plena guerra. En 1864, 400.000 firmas pedían una ley que acabase con la esclavitud, en abril de ese año el Senado aprobó la decimotercera enmienda que, esta vez sí, declaraba el fin de la esclavitud. Fue sancionada en enero de 1865, unos meses antes del fin de la contienda,  por la Cámara de los Representantes. 

Fin de la guerra

La Proclamación de Emancipación de 1863 fue insuficiente. Pero sirvió para estimular a las fuerzas antiesclavistas. El ejército de la Unión abrió sus puertas a los afroamericanos. Formaron sus propios batallones, el más famoso de los cuales es el 54 de Massachusetts. Su ingreso cada vez en mayor número ayudó a crear la sensación de que la lucha era realmente para liberarlos. En el norte comenzaron a verlo como una batalla contra la esclavitud. El conflicto se había convertido en revolucionario y aniquilador, y esto obligó a aprobar un decreto de reclutamiento forzoso que, debido a la cuantía de bajas del conflicto,  hizo crecer el resentimiento de los blancos hacia los negros, en especial entre los de clase baja. La ley de reclutamiento permitía a los ricos no ser llamados a filas si pagaban 300 dólares, lo que provocó revueltas en 1863 en varias ciudades en las que, tristemente, el objetivo de la rabia no fueron los ricos, sino los negros. 

Ulysses S. Grant, de nuevo al mando de un ejército, logró varias victorias en Vicksburg, Gettysburg y Chattanooga, estas, unidas a la estrepitosa derrota de Hooker en Chancerllorsville en mayo de 1863 propiciaron su nombramiento como jefe de todos los ejércitos en marzo de 1864. Con el mando absoluto, Grant ordenó la Guerra Total. Al frente del ejército de Potomac comenzó una persecución contra Lee en Virginia mientras su antiguo compañero Sherman encabezaba una victoriosa y devastadora marcha a través de Georgia y Carolina del Sur hasta Goldsboro, Carolina del norte. Incendió Atlanta, desoló Georgia. Recurrió al terror para destruir no solo los recursos económicos, también la voluntad. Los soldados confederados comenzaron a desertar. Philipp Sheridan hizo algo parecido en el valle de Shenandoah (Virginia). Lincoln, al igual que sus generales, eran partidarios de la dureza, pero de conceder una paz generosa, otorgando muchos perdones. 

Las derrotas exacerbaron los problemas internos del sur. La gran debilidad de la Confederación residía en las relaciones entre el gobierno y los estados, resultado de la State Right Theiry, o teoría del derecho de los estados, que permitía que estos se negasen a proporcionar hombres y suministros si no lo deseaban. A esto debía añadirse la rigidez de Jefferson Davis y la ausencia por completo de una oposición política. Adicionalmente, una inflación elevadísima acrecentada por la emisión de moneda dada la imposibilidad de obtener fondos mediante impuestos o empréstitos. Con todo, siguieron los ejércitos del sur combatiendo con la esperanza de que Inglaterra o Francia, dependientes de su algodón, intervinieran. Pero para cuando los stocks europeos de algodón se habían agotado, India o Egipto se habían convertido en exportadores alternativos, lo que unido a las derrotas de Antietam y Gettysburg alejó la posibilidad de ayuda externa. 

Adicionalmente, el incremento de bajas, y el cansancio, empezaron a hacer mella. Los esclavos, en el sur, comenzaron a ser un obstáculo: solo con dejar de trabajar podían provocar una hambruna en la Confederación. A finales de 1864, Judah Benjamin, Secretario de Guerra Confederado, escribió: “es bien sabido que el general Lee [...], está a favor del uso de los negros en la defensa y de emanciparlos si fuera necesario…”. Jefferson Davis llegaría a firmar a comienzos de 1865, la Ley del Soldado Negro, autorizando el alistamiento y su liberación con el consentimiento de sus amos. Antes de que pudiera tener efecto alguno, la guerra había acabado. 

La persecución de Grant a Lee duró de mayo de 1864 a abril de 1865, y fue costosísima. Los 150.000 hombres del ejército de Potomac siempre mantuvieron la iniciativa sobre los 65.000 del ejército de Lee, forzándole a un tipo de guerra que Lee sabía que no podía ganar, manteniéndolo ocupado y facilitando, de esa manera, los avances de Sherman y Sheridan. Finalmente, el 9 de abril de 1865, en Appomattox, Virginia, Lee se rendía con unos términos generosos: oficiales y soldados podían regresar a sus hogares, con sus caballos y con inmunidad garantizada frente a la persecución por traición. Los mismos términos ofreció Sherman a Johnson el 18 de abril en Durham, Carolina del Norte. Jefferson Davis huyó de Richmond con su gobierno y parte de la población, pero fue capturado el 10 de mayo de ese mismo año. La guerra había terminado. 

Una doceava parte de los estadounidenses lucharon. Seiscientos treinta mil murieron en el frente, en un país de treinta millones de personas. Hubo más de cincuenta mil lisiados. Para el sur, las cifras son peores: un cuatro por ciento de la población murió por causa directa del conflicto. Las mujeres fueron movilizadas por completo, no solo como enfermeras, también como trabajadoras para garantizar el sustento familiar en hogares en los que el hombre no estaba y, en muchos casos, no volvería. El desequilibrio económico entre norte y sur se agudizó, la riqueza del sur pasó de representar el 30% en 1860 al 12% en 1870, la renta per cápita, con respecto al norte, cayó de dos tercios a dos quintos. 

Causas de la derrota del sur

El general Lee expresó en sus palabras previas a la rendición lo que se ha considerado desde entonces la causa principal de la derrota del sur: la superioridad en hombres, armamento y recursos del norte. Pero la historiografía es caprichosa, y las investigaciones sacan a la luz datos y análisis que muchas veces cambian la perspectiva de temas que damos por sentados. La idea que se ha ido abriendo paso desde poco después del final de la Guerra de secesión es que la confederación tenía recursos suficientes para una guerra defensiva similar a la que llevaron a cabo en la guerra de Independencia contra Inglaterra. Solo era necesario que el coste fuera suficientemente elevado como para que no mereciera la pena el esfuerzo que hizo el norte. Las causas, por tanto, debían ser internas. 

La confederación tenía una gran dificultad para afirmar su poder frente a los estados y carecía del liderazgo militar y civil del norte. Y esta situación se daba en una sociedad profundamente dividida entre propietarios de esclavos y blancos pobres sin esclavos que, en cuanto la cosa se puso fea, empezaron a desertar. Por no decir que dos quintas partes de la población eran esclavos. Las armas modernas, las trincheras y la estrategia defensiva de Lee, así como la timidez y falta de preparación del norte en los primeros años, retrasaron la victoria de la Unión. 

La reconstrucción: el nacimiento de una nación

Lincoln se acercó al frente al final de la guerra, visitó Petersburg el 3 de abril y Richmond, que había sido incendiada por sus habitantes antes de huir. Cuando caminaba por la calle desierta escoltado por diez marinos, fue rodeado de esclavos que le gritaban “gloria a Dios”, “bendice al Señor”, “el gran Mesías” y lo tocaban para comprobar que era real. Annie Mae Weather, una afroamericana hija de esclavos liberados, dijo:

“Recuerdo haber oído decir a mi padre que cuando alguien llegó y gritó: “Vosotros, negros, por fin sois libres”, él dejó caer la azada y dijo con voz extraña: “gracias a Dios". 

Fannie Berry, una esclava liberada, dijo: 

“¡Los negros gritaban, aplaudían y cantaban! ¡Los niños corrían de un lado a otro llevando el compás y gritando! Todo el mundo estaba contento. Lo celebramos. Corrí a la cocina y grité en la ventana: “Mamá, no cocines más. ¡Eres libre! ¡Eres libre!”

¿Pero cuánta de esa libertad fue real? El trato que el ejército de la Unión y las ciudades del Norte dispensaron a los afroamericanos durante la guerra fue premonitorio de lo que sucedería después de la contienda. Los soldados negros fueron utilizados en los trabajos más sucios, y duros. Los blancos cobraban trece dólares al mes, y los afroamericanos diez. William Walker, un sargento negro, fue fusilado por organizar una protesta por la remuneración desigual. 

La guerra no trajo tampoco una sublevación general de los esclavos. Siguieron trabajando esperando a ver cómo acaba aquello, aunque cerca de medio millón, una quinta parte, huyó. Muchos si tenemos en cuenta que no tenían dónde ir o cómo sobrevivir. Para la mayoría fue una experiencia amarga: víctimas del caos de la guerra, separados de sus amigos y pasando hambre. Algunos se alistaron al ejército nordista que llegó a contar con doscientos mil afroamericanos. La mayoría de los esclavos sabían que su estatus tras la contienda dependería de si eran dueños de la tierra que trabajaban o no. 

La política del Congreso, aprobada con Lincoln, devolvía la propiedad confiscada a los herederos de los propietarios confederados y aunque una parte se expropió por imago de impuestos y se subastó, pocos negros accedieron a ella. El general Sherman, en una reunión en Savannah con pastores protestantes negros, escuchó la demanda de tierra e hizo pública la óprden Especial de Campo número 15, otorgando una franja de tierra para el asentamiento de negros. Pero en junio de 1865, el nuevo presidente (tras el asesinato de Lincoln), Andrew Johnson, devolvió esa tierra a sus antiguos propietarios. 

Durante un breve tiempo, los negros disfrutaron de cierta libertad y derechos, incluyendo en el sur dónde las tropas del norte se ocupaban del cumplimiento de los acuerdos. Hubo grandes avances, como educación pública multiétnica, o la concesión de ciudadanía o derecho de voto. Sin embargo, Andrew Johnson facilitó el reingreso de los estados sureños sin garantizar la igualdad. Estos crearon códigos negros que convirtieron a sus ex-esclavos en sirvientes. Incluso con Grant como presidente, el gobierno nacional cada vez se mostraba menos entusiasta a la hora de defender a los negros. En 1883 el Tribunal Supremo anuló la Ley de Derechos Civiles de 1875. 

Poco a poco los negros perdieron sus derechos. Hubo protestas, como John Harlan, quien curiosamente había sido propietario de esclavos en Kentucky, y que se mostró contrario a la discriminación privada a la que se sometía a los negros alegando que la jurisdicción permitía perseguirla. Es en esta época en la que la oligarquía del sur organiza el Ku Klux Klan y otros grupos terroristas. Harlan luchaba con la lógica, la moral y la justicia contra algo más poderoso que todo eso, y es que las élites del norte y las del sur, durante la crisis económica de 1873 a 1877, construyeron una nueva coalición. El compromiso alcanzado no restauró el antiguo orden en el sur, pero garantizó a los blancos autonomía política, y la no intervención del norte en asuntos raciales. A cambio, el sur se convirtió en un satélite. La discriminación incrementó rápidamente en las últimas décadas del XIX.

En 1900 todos los estados del Sur, en sus nuevas constituciones, privaban de derechos civiles y segregaban a los negros. La imagen que nos ha legado la literatura de posguerra de los negros era extraída, mayoritariamente, de escritores del sur que los definían como “reptiles”, “hienas enjauladas”, “especie de gusanos” o “bestias salvajes”. El sistema penitenciario del Sur tenía por objetivo aterrorizar a los afroamericanos y proporcionar víctimas a los contratistas que compraban el trabajo de los presos por sueldos irrisorios. Muchos afroamericanos huyeron al norte. Pero pese a que la situación seguía siendo desesperada, los negros del sur continuaron reuniéndose y organizándose, defendiéndose. 

En resumen, el norte logró la confirmación del Estado Federal por encima de la soberanía e independencia de los Estados, y una mayor centralización del poder. Acababa de nacer el Estado-Nación estadounidense. Y la época no es casual, en esa misma década nacería, con la Revolución Gloriosa, el estado-nación español; el Risorgimento y la unificación italiana traerán el italiano, y la Guerra Franco-Prusiana junto a la Tercera República Francesa serían los escenarios de nacimiento de los estados-nación alemán y francés; por poner algunos ejemplos. 

Conclusión

Hemos comenzado esta historia planteándonos si realmente la guerra se libró con el fin de abolir la esclavitud, y cuestionándonos que fuera así. Y la conclusión al respecto es clara: no. En 1861, el Gobierno de los Estados Unidos luchó contra los estados esclavistas, sí, pero con el fin de conservar ese enorme territorio nacional con su mercado y recursos, afianzando su poder sobre él y subyugándolo a las necesidades de las élites industriales del norte. La esclavitud y su abolición fueron una consecuencia de todo esto, un último castigo para unas élites acomodadas en el sur que no seguían la línea marcada por las del norte.  El antiguo esclavo Thomas Hall confesó ante el Proyecto Federal de Escritores estas palabras:

“Se alabó a Lincoln por liberarnos, pero ¿lo hizo? Nos concedió la libertad sin darnos oportunidad de vivir por cuenta propia y seguimos dependiendo del hombre blanco del sur”. 

Pero esa no es la única conclusión que podemos extraer, de hecho, como ya he comentado en otras ocasiones, otra inferencia que obtenemos de toda esta historia es la del relato y su importancia. La idea de tomar la esclavitud como motivación y foco de atención de un conflicto que, en realidad, estaba dirimiendo otros problemas. El trabajo del historiador no consiste en narrar los hechos pasados, sino en discernir, analizar y extraer las causas y consecuencias reales de los acontecimientos y exponerlas a la sociedad con el fin de proporcionar una mayor y mejor comprensión de la humanidad, de nuestra realidad mundana y del presente. Y en ese proceso, es esencial romper con los relatos impuestos, con la propaganda, sacar las vergüenzas y airear los trapos sucios. 

Hay una conclusión más que podemos sacar de esta guerra y de cualquier otra, una que fue señalada por Sherman. Cuando él, Grant y Sheridan decidieron lanzarse a la Guerra Total lo hacían conscientes de que, con ello, causarían el mayor mal posible al enemigo. El objetivo era amedrentarles, no solo para lograr su rendición, si no también para garantizar que no volvieran a rebelarse. Para la mayoría de los hombres que lucharon, la guerra no fue hermosa. Sherman señaló en una alocución a unos jóvenes quince años después del conflicto que la idea de que la guerra era gloriosa era absurda, cuando bajas a la realidad, la guerra es un infierno. Y es importante recalcar esto porque, aún hoy, estamos bombardeados con la épica y la gloria de la guerra. 

Me gustaría cerrar esto con unas palabras de uno de los líderes negros que tuvo que vivir la época de la reconstrucción, y que tuvo que luchar por la supervivencia de su comunidad. John Hope dijo: 

“Si no luchamos por la igualdad, ¿para qué demonios vivimos?”. 

FUENTES BIBLIOGRÁFICAS (las mismas que en el otro artículo):

Fundamentalmente me he basado en tres manuales de historia de los Estados Unidos:

  • Adams, Willi Paul; Los Estados Unidos de América.
  • Bosch, Aurora; Historia de los Estados Unidos. 
  • Zimm, Howard; La Otra Historia de los Estados Unidos.

También he consultado algunos artículos académicos como:

  • Fuller, Howard J.; Astride Two Worlds, Technology and The American Civil War.
  • Vauché, Yohann; La Guerre de Sécession, une question de libertés. 

Y algún otro que no he localizado a la hora de elaborar este listado, así como un par de los que no saqué nada provechoso (demasiado enfocados en algo muy específico).

PRIMERA PARTE DE ESTE ARTÍCULO: www.meneame.net/story/guerra-civil-estados-unidos-i-camino-secesion

(1) Recomiendo leer los comentarios de la primera parte de este artículo que contienen información adicional aportada por varios meneantes muy interesante. En concreto, hay uno, del usuario @asurancetorix hizo un aporte muy valioso en la primera parte de este artículo que copio integramente:

Me ha dejado pizcueto la ambivalencia de Lincoln, no tenía ni idea. Sobre los motivos económicos, un pequeño apunte acerca de las diferencias ideológicas entre Norte y Sur y los intereses que había bajo ellas:

El principal producto en los estados del sur era, efectivamente, el algodón, que a su vez era una materia prima muy importante en la floreciente industria del Norte. Pero también era fundamental para las muy boyantes factorías textiles británicas. Recordemos que el Reino Unido era la gran potencia hegemónica en plena Revolución Industrial.

El Sur tenía ideología librecambista, es decir, eran los que entonces defendían el "libre mercado", ya que les venía muy bien comerciar libremente con el mejor postor. Y la cuestión es que los estados del sur preferían vender su algodón a los británicos, antes que al Norte, por el muy simple motivo de que los primeros podían pagar más.

En cambio el Norte era proteccionista porque su industria aún no podía competir con la británica, ni en los precios que pagaba por la materia prima, ni en la calidad y precio del producto final. A ellos les venía mucho mejor forzar que el Sur les proporcionase a ellos el algodón, a sus precios, y encarecer los productos que venían desde el Reino Unido para reducir la competencia.

Eso provocaba buena parte de las tensiones económicas entre Norte y Sur. Y sí, tiene miga que el liberal norte fuese proteccionista y los defensores del "libre mercado" fuesen los esclavistas. Posiblemente éstos hoy en día se llamarían a sí mismos "liberales en lo económico y conservadores en lo social" 

Pero es que el Norte era antiesclavista y defendía el trabajo libre porque también le venía muy bien la movilidad laboral. Veamos: en las gigantescas plantaciones del Sur era sencillo dedicar una parte del terreno a producir alimentos y algo de ganado para consumo propio. Alimentar a sus esclavos les salía prácticamente gratis, ya que también eran éstos los que se encargaban de los cultivos. Eso permitía que tuviesen muchos, compensando una baja productividad.

Los industriales del Norte no tenían esos terrenos para alimentar y cobijar esclavos. Les hubiese salido mucho más caro mantenerlos durante todo el año y el modelo de baja productividad era menos adecuado para ellos. Era más rentable tener menos obreros pero más especializados y productivos, con algo más de formación y menos posibilidades de que estropeasen aquellas novedosas, delicadas y carísimas máquinas.

Además, tampoco es que les pagasen mucho, y el trabajo libre que defendían implicaba que podían contratar y despedir a su gusto según necesidades de la producción, sin ningún miramiento con sus trabajadores "libres", y en contraposición a unos esclavos que había que mantener durante todo el año. Al contrario, si esos esclavos eran liberados entrarían a formar parte de las masas obreras, empujando los salarios hacia abajo.

Posiblemente a algunos de aquellos abolicionistas del norte hoy les llamaríamos "neoliberales"  Dicho sea con todo mi respeto y admiración para quienes lucharon y se arriesgaron defendiendo la libertad para los esclavos, con toda su dignidad y sin ningún tipo de interés personal. Muchos lo hicieron, y bastantes de ellos sufrieron las consecuencias.